jueves, 11 de octubre de 2007

La Hazaña del Pueblo


Ottón Solís
Publicado en La Nación 11 octubre 07
Sección Opinión, pág. 15

El resultado del referéndum convierte en Ley de la República el TLC, dictaminado por la Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa.
En las urnas de manera clara, aunque con algunas irregularidades que no afectan el resultado de la votación, ganó el SI. Sin embargo, en el proceso previo, perdió la democracia. Se falló en uno de los requisitos básicos de este sistema de acuerdo a cualquier experto: la equidad en el financiamiento. Durante el período oficial de la campaña, y desde hace cuatro años, el TLC, además de disfrutar de toda la benevolencia de buena parte de los medios de comunicación, contó con todo el dinero privado y público que quiso. El NO contó con céntimos. Por otra parte, el gobierno junto a un sector de la prensa irrespetó dramáticamente la tregua electoral de tres días que dicta la ley, al mismo tiempo que alimentaba la estrategia del miedo con amenazas resultantes de su íntima alianza con el Gobierno de Bush. Estas inequidades restaron a este primer referéndum nacional la capacidad que pudo haber tenido para fortalecer la gobernabilidad y aclarar la ruta de la inserción a la economía internacional que desean los ciudadanos. Ganó el SI pero no hay modelo definido.
Que a pesar de ese conjunto de inequidades, la diferencia sea de sólo de 3 puntos porcentuales, refleja el coraje y la capacidad analítica de nuestro pueblo, la solidez de sus razonamientos y la necesidad de que los sectores que promovieron el TLC escuchen con respeto a quienes estuvieron con el NO. Mal se haría en ignorar este panorama y el sentimiento de injusticia que prevalece. La indiferencia, la negación y la cizaña que se pueda practicar ante un partido político, sería peligrosa si se practica ante una pluralidad como la que votó por el NO.
Es necesario comprender los sentimientos albergados en los corazones de miles de seguidores de todos los partidos políticos y de empresarios, trabajadores, líderes religiosos y comunales, intelectuales, agricultores, artistas, jóvenes, mujeres, etc., que trabajaron por el NO, y sobre todo los que se organizaron en los Comités Patrióticos en cada comunidad de manera espontánea, para con honestidad informar sobre los efectos negativos del TLC. En esos comités desaparecieron las clases sociales, los niveles intelectuales y sobre todo los colores políticos. Miembros del PAC, del PUSC, del PLN, del frente Amplio, del PASE, del ML, del UN, de Unión para el Cambio, muchos otros sin partido, se comprometieron en este esfuerzo. Fue un proceso de ciudadanos y ciudadanas, no de corporaciones, cámaras, gremios o partidos.
Como nunca antes la población de este país hizo un esfuerzo por informarse. En el marco de un generoso espíritu cívico y un enorme orgullo patrio, se abocaron a convencer a otros. Ninguna de esas personas trabajó por un interés personal. Organizaron miles de reuniones a lo largo y ancho del país para discutir el TLC. No fueron amenazados con su empleo para que cabildearan contra el TLC ni amenazaron a nadie para pedirle el voto, no recibieron un centavo para trabajar ni compraron un voto. Sin ningún reparo pusieron su tiempo, su propio vehículo, su teléfono y su dinero o lo que cada uno pudiese aportar, para reproducir documentos, organizar piquetes, convocar a reuniones, cantar, hacer camisetas o dar charlas.
La oposición al TLC expresó sus sentimientos con alegría, canciones y patria, en dos grandes marchas. Ni los medios de comunicación pro TLC ni el gobierno con sus advertencias de mala fe sobre posible violencia, pudieron alejar a la gente de las mismas. La gente se movilizó sola y no en buses pagados por el gobierno o por empresas multinacionales. Ahí quedan esas marchas, quizá las dos más grandes de la historia patria, como testimonio histórico del interés de la gente en un asunto normalmente reservado a las cúpulas.
Nadie es dueño de este proceso. Ningún líder ni ningún partido puede adjudicarse méritos por esta hazaña. La gente se involucró no porque seguía a nadie sino para defender a Costa Rica. En esta pluralista y representativa muestra social, no asomaba la ideología comunista, ni ningún antinorteamericanismo, ni a nadie le importaba un bledo Chávez, Ortega o Fidel Castro. Contrario a las infundadas y reiteradas acusaciones de cuatro años sobre las motivaciones de la oposición a este TLC dirigidas a desacreditarla y a causar miedo, los y las costarricenses involucrados en esta gesta estuvieron motivados por un profundo orgullo por lo que ha sido Costa Rica.
Dentro de ese 48% de personas que votaron NO, he encontrado sentimientos de tristeza, de enojo, de indefensión y, sobre todo, de injusticia, de una profunda injusticia. He oído llantos, he visto lágrimas, he contemplado tristeza. Sienten que escogieron jugar honestamente de acuerdo con las reglas y que se las cambiaron de camino.
De lo que sigue no tenemos certeza. Esa pluralidad no debe nada a ningún líder y su único objetivo es la Patria. Esperamos que el amor a Costa Rica venza al desánimo y se mantenga la organización. De lo que tenemos certeza y lo que nos debe dar aliento, es que nadie puede ignorar el 48% y las condiciones en que se llegó a ese porcentaje. Ello significa que la globalización del TLC no es la del país. Los defensores de ese modelo tendrán que respetar las ideas sobre el desarrollo de quienes no lo apoyan. Ante tantas adversidades ese es un logro galáctico y debería alegrar caras, secar lágrimas y generar sonrisas. Esto es lo mínimo que ha ganado y merece este pueblo heroico.
La derrota de Dunkerque fue gloriosa y ahí nació la victoria final de Inglaterra en la II Guerra Mundial. Qué el 7 de Octubre no sea nada más que el Dunkerque del pueblo costarricense.